Nuestra pedagogía es realización práctica de una filosofía y una espiritualidad vividas y sentidas. Los marianistas recibimos, de nuestro fundador Guillermo José Chaminade, un carisma, una espiritualidad, un estilo de vida y pensamiento para transmitirlo a los demás con el estilo y las formas del mundo de hoy.
FORMACIÓN EN LA FE
Educamos en la fe a través de la acción pastoral
Evangelizar es anunciar la persona de Jesucristo y la buena noticia del Reino de Dios. La evangelización de los niños y jóvenes es la primera y principal finalidad de nuestra misión.
La tradición marianista destaca la importancia de la “fe del corazón”, aquella que se arraiga en lo más hondo de la persona e ilumina desde aquí toda la vida. Para encontrarse con Dios es necesario descender al fondo de uno mismo y saber exponerse al misterio que se encierra dentro de nosotros. Configurados por una cultura que nos arrastra siempre hacia lo exterior, hemos de desarrollar más nuestra “capacidad de interioridad”, es decir, la capacidad de interpretar y vivir la propia vida desde dentro.
Estamos convencidos de que el Evangelio de Jesucristo tiene fuerza salvadora para dar un sentido nuevo a nuestra vida.
Promovemos el diálogo entre la fe y la cultura
La fe no es un elemento desencarnado. Se expresa siempre a través de unas categorías culturales y, al mismo tiempo, transforma esa cultura que le sirve de vehículo de expresión. La cultura y la fe no son dos realidades opuestas.
En nuestros colegios promovemos, por lo tanto, un diálogo entre esta cultura de la que formamos parte y la fe en su expresión más radical: la vida y el misterio de Jesucristo. La acción educativa promueve en ellos un proceso que les conduce a realizar una síntesis de fe y cultura. Los sentidos y significados que aportan ambas realidades pueden consolidar un proyecto personal integrado y coherente. Optamos por un modelo de cultura y de ciencia no cerrado en sí mismo, sino abierto a la trascendencia.
La fe en diálogo con la cultura apunta a una manera nueva de ser, de mirar, de comprender y tratar la realidad, de considerar a las personas, los acontecimientos y las cosas. Es decir, el diálogo entre la fe y la cultura tiende en definitiva a realizar en nuestros alumnos una integración de la fe en la vida.
EDUCACIÓN INTEGRAL Y DE CALIDAD
Apostamos por la dignidad de la persona
La tradición pedagógica marianista considera al niño o al joven como un ser único, irrepetible, vulnerable y, por tanto, merecedor de respeto en toda circunstancia. Cualquier intervención educativa se realiza desde ese respeto inviolable a la persona.
Nuestra tradición nos empuja a prestar una atención singular a la personalidad de cada alumno, valorar sus aptitudes e intereses y despertar en él todas sus potencialidades, convirtiéndole en principal protagonista de su propia maduración.
Trabajamos para que nuestros alumnos crezcan en todas sus dimensiones y capacidades
Educar es mucho más que transmitir conocimientos, es mucho más que instruir. Un colegio marianista pretende que niños, adolescentes y jóvenes desarrollen al máximo sus capacidades y crezcan en todas las dimensiones de su persona. Entendemos así por educación integral el desarrollo armónico y gradual de todas estas dimensiones: cuerpo y mente, inteligencia y sensibilidad, sentido estético, sociabilidad, responsabilidad individual, espiritualidad. Todo ello contribuye a hacer a cada alumno competente para hacer realidad sus proyectos.
Educamos para vivir en la verdad
Educar es hacer personas libres. Entre los rasgos esenciales de nuestro estilo pedagógico está el amor a la verdad, que favorece una libertad responsable: “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32).
Educar en la verdad y en el amor a la verdad es un serio compromiso para el educador marianista.
Potenciamos la educación no formal más allá del aula
Una educación integral requiere de la escuela una diversificación de los aprendizajes. Por eso, en nuestros colegios, la acción educativa no se limita ni al tiempo ni al espacio escolar.
Potenciamos el uso formativo de los medios de comunicación y del tiempo libre, el aprendizaje artístico en sus múltiples facetas, el contacto con la naturaleza, los intercambios culturales y lingüísticos, la organización de grupos y asociaciones. Damos así cauce a las posibilidades de esparcimiento, formación, compromiso social y vivencia religiosa de nuestros alumnos. Fomentamos en todos nuestros colegios la práctica del deporte como un valioso cauce de desarrollo físico y social.
La acción pastoral, con el anuncio explícito de Jesucristo, ocupa una parte muy importante de este esfuerzo educativo.
ESPÍRITU DE FAMILIA
Nuestras relaciones se viven en un espíritu de familia.
Todas las personas, especialmente en los primeros años de nuestra vida, necesitamos entornos afectivos cálidos y estables. La familia es quien mejor puede aportar este ambiente.
El espíritu de familia es un estilo de vida con rasgos específicos, reconocibles en nuestros colegios. Ofreciendo un clima de aceptación y acogida, el colegio actúa como una “segunda familia”, favoreciendo la madurez y el crecimiento.
Creemos que la diversidad enriquece
Vivimos en un mundo en el que las fronteras son muy tenues, en un mosaico de realidades íntimamente relacionadas: diversidad de culturas, de creencias y de procedencias. Nuestro proyecto educativo debe promover este encuentro con lo diferente e impulsar la fraternidad.
Creemos que todas las personas tienen un tesoro que aportar y que la diversidad, lejos de ser un problema, es un regalo para todo centro educativo. Entendemos que educar desde y para la diversidad, significa trabajar por una cultura de paz y de encuentro.
EDUCACIÓN PARA EL SERVICIO, LA JUSTICIA Y LA PAZ
Educamos para el compromiso
Millones de personas viven hoy una existencia degradada, impropia de su dignidad como seres humanos. En muchos lugares del mundo encontramos una humanidad rota por las desigualdades sociales, la pobreza, la guerra y la violencia, la intolerancia y el deterioro del medio ambiente natural. El espíritu misionero propio de nuestro carisma nos lleva a dar prioridad al servicio a los más necesitados y a impulsar una cultura de la solidaridad. Educar en la escuela de hoy es enseñar a niños y jóvenes que sólo se llega de verdad a ser humano cuando se trabaja por la plenitud de la vida. Un colegio que anuncia la Buena Noticia de Jesús escucha también la llamada del Evangelio que nos impulsa a la construcción de un mundo más justo, solidario y pacífico.
ADAPTACIÓN AL CAMBIO
Impulsamos la adaptación al cambio y el aprendizaje continuo
Vivimos en una sociedad sacudida por cambios rápidos que afectan a todos los ámbitos de la vida. La educación marianista, desde sus mismos orígenes, encara el futuro con valentía, serenidad y apertura de miras, haciendo que los cambios se vivan como oportunidades de crecimiento y mejora. La adaptación al cambio es una llamada a renovarse permanentemente y a vivir abiertos a las posibilidades de futuro que el presente nos brinda.
Enseñamos los aprendizajes vitales para un mundo cambiante
Cuando educamos promovemos los aprendizajes vitales y ponemos los medios para asegurar que un niño, un joven o un adulto los puedan incorporar a su vida. Se trata de un proceso continuo de formación que tiene lugar de manera estructurada o informal. Un aprendizaje vital es aquel que determina nuestra capacidad para desarrollar adecuadamente un proyecto de vida en un mundo en cambio continuo. Entendemos por educación de calidad aquélla que aporta los aprendizajes que consideramos imprescindibles para el mundo en que nos toca vivir.
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