En este año jubilar de 2025 que apenas hace unos días hemos comenzado con la apertura de la puerta santa en Roma, se da la circunstancia de que también se cumplen 175 años de la muerte del Beato Padre Chaminade y 25 años de su beatificación.

Quizás nos preguntemos, ¿por qué celebrar el día de su muerte y no el de su nacimiento, el 8 de abril de 1761? Porque en realidad celebramos su “segundo” nacimiento. El 22 de enero de 1850 y el 10 de enero de 1828, Guillermo José y Adela nacen, respectivamente, a la vida nueva, a la vida eterna. Y esto lo podemos decir con toda certeza y convicción porque la Iglesia los ha declarado solemnemente beatos; porque han “combatido el noble combate, han acabado la carrera, han conservado la fe” (2ª Tim 4,7) y han cruzado la puerta del cielo para encontrarse con el Rostro de la Misericordia.

También nosotros “en esperanza hemos sido salvados” (Rm 8,24). Sí, nosotros, que corremos tras sus huellas como “misioneros de María”, como educadores marianistas, no vivimos de una esperanza ilusoria que solo sueña con que todo cambie, sino que ya aquí experimentamos los signos -pequeños, a veces imperceptibles- de la vida nueva que ya está brotando: la alegría de nuestros niños y jóvenes, la reconciliación posible, el encuentro entre compañeros, la llamita encendida de nuevo de nuestra vocación educativa y evangelizadora…

El día 22 celebraremos al Beato Chaminade, el 10 fue la celebración de Adela. Un hombre y una mujer de fe fuerte. Ambos nos alientan en el “noble combate” del día a día. Con unas palabras del padre Chaminade os deseo unos días llenos de vida de la buena en vuestros colegios y un año 2025 anclado en la esperanza que no defrauda.

«¿Qué debe hacer el cristiano en el caos de acontecimientos que parecen devorarle? Mantenerse imperturbable gracias a la fe que, al hacernos aceptar el plan de Dios, nos garantiza que todo sucede para el bien de los que le aman» (Burdeos, 15 de septiembre de 1797 – A la señorita de Lamourous, Pian)

«Nosotros creemos que María es nuestra esperanza, nuestra madre, refugio nuestro, nuestro auxilio, nuestra fuerza y nuestra vida». (Carta a los predicadores de retiros Burdeos, 24 de agosto de 1839).